La CE fracasa en su objetivo de lograr la seguridad energética pese a la diversificación de proveedores.
www.icnr.es-18-12-2013
Carlos Schwartz
La dependencia del gas ruso se refuerza tras el acuerdo entre Moscú y Kiev que puede beneficiar al South Stream.
El anuncio por parte del consorcio que opera la explotación de gas de Azerbaiyán en el campo de Shah Deniz que invertirá 28.000 millones de dólares para el desarrollo de la segunda etapa de la extracción del combustible no brinda alivio a Europa. De acuerdo con las últimas estimaciones este importante campo de gas no será capaz de aportar más de 10.000 millones de metros cúbicos al año, lo que representa una fracción de lo que Europa necesita. Cuando los gasoductos estén operativos en 2019 aportarán el 2% de las necesidades europeas, mientras Rusia sigue representando al menos el 30% de las necesidades del continente. “Los gasoductos son escalables y por tanto podrán incrementar con rapidez su aporte”, señaló recientemente el Comisario de Energía de la CE Günther Oettinger en Washington, añadiendo que Azerbaiyán junto con otros países en la región del mar Caspio podrán aportar hasta “30.000 millones de metros cúbicos de gas al año”. Pero ni siquiera esta cifra que se antoja improvisada supone el logro de la seguridad energética para Europa.
El acuerdo entre Rusia y Ucrania por el cual el primero reduce el precio de suministro de gas al segundo de 400 dólares por cada mil metros cúbicos a 268,50 dólares los mil metros cúbicos, además de invertir en deuda ucraniana 15.000 millones de dólares, brinda a Moscú un blindaje para sus suministros de gas a Europa. Los conflictos en torno al precio del gas con Ucrania que recibe el combustible de Rusia forzaron un corte de suministro a Europa en 2006 y 2009 ya que el gas del sur ruso pasa por su vecino. A raíz de ello Gazprom, que goza del monopolio del gas ruso, diseñó un gasoducto de alto coste destinado a sortear el escollo ucraniano denominado South Stream en el que son socios también ENI, Electricite de France y Wintershall. Si el pacto entre ambos países se revela estable en el futuro inmediato, Moscú se verá aliviado transitoriamente para el desarrollo del South Stream.
El gas de Shah Deniz será conducido a Italia por el gasoducto trans Adriático (TAP, por sus siglas en inglés) y por el trans Anatolio (TANAP, por sus siglas en inglés) a través de Turquía. La sorpresa respecto de este último proyecto ha sido que la noruega Statoil que representaba el 12% del capital, y la francesa Total, con el 5%, han anunciado que abandonan TANAP por sus previsibles altos costes. La cosa no para ahí, Statoil también ha anunciado que redujo en un 10% su participación en Shah Deniz pasando del 25,5% al 15,5%. La venta de esa participación se ha materializado en un 6,7% a la estatal azerí Socal y en un 3,3% a BP. El movimiento de la petrolera noruega pone al desnudo que tiene en su cartera de proyectos otros asuntos más rentables que la operación en Azerbaiyán. El desarrollo de la segunda fase del campo de gas supone 28.000 millones de dólares. Pero el desarrollo de cada uno de los dos gasoductos previstos se estima entre 15.000 y 17.000 millones de dólares cada uno. El consorcio de Shaz Deniz, dirigido por BP y con participación de Socal y Statoil hundió este año el proyecto del gasoducto Nabuco, preferido de la CE, al elegir el de TAP como conducción de su producción.
Pero mientras todo parece indicar que no hay una fuente alternativa cierta para sustituir a Rusia y por tanto lograr seguridad al suministro energético en Europa, el otro problema que no ha sido capaz de encarar con seriedad la CE es el precio del gas que llega al continente. Ni siquiera del que se origina en el Mar del Norte, cuya explotación ha amenazado con abandonar el principal productor y operador de la región, Statoil. El precio medio del gas consumido por la industria y el sector residencial europeo es tres veces más caro que el estadounidense. Aunque este escalón es resultado de la explotación de gas no convencional en Estados Unidos, y las reservas de ese gas se acabarán en 2020, el impacto transitorio en la competitividad europea es significativo, aunque las autoridades comunitarias lo nieguen afirmando que sólo algunas industrias muy intensivas en energía se ven afectadas realmente.
Las industrias que dependen de este combustible, entre ellas la de generación de electricidad con infraestructuras alimentadas por gas, se han rebelado ante la ausencia de una política de apoyo a este combustible. De acuerdo con una fuente del sector “La existencia en Europa de un mercado único del gas y la electricidad es una farsa. De forma creciente las políticas nacionales divergen entre países e incluso desde el estallido de la crisis económica internacional las divergencias se han incrementado por ejemplo en lo que hace a la fiscalidad sobre los combustibles y su consumo, sin contar con la modificación arbitraria de los marcos jurídicos preexistentes”.
Las empresas europeas del sector del gas y de la energía eléctrica han llamado la atención a la Comisaría de la Energía de la CE sobre la necesidad de implementar de inmediato y en todos los países de la UE el denominado Tercer Paquete para el gas y la energía eléctrica con el objetivo de alcanzar una cierta uniformidad en las normativas nacionales. El Tercer Paquete ha sido hasta el momento un objetivo sin efecto real sobre el mercado interno único del gas y la energía. Las empresas señalaron la necesidad de reactivar el Grupo de Coordinación de la Electricidad, virtualmente muerto, como plataforma estratégica para el intercambio de información y opiniones entre los estados miembros junto con otros partícipes del mercado sobre políticas para el sector eléctrico “con especial énfasis en las decisiones nacionales sobre la mezcla de energías que puedan tener un efecto sobre otros estados miembros”.
Mientras, no cabe la menor duda de que Rusia va a luchar por mantener su cuota de mercado en Europa. Es su mejor y más próximo cliente, lo cual queda demostrado por la implicación de Alemania en North Stream y por el objetivo de desarrollar el South Stream. En este sentido no deja de llamar la atención la reciente batalla entre la CE y Rusia en torno a la potencial integración de Ucrania a la UE. La batalla por los favores de Kiev se ha librado precisamente en vísperas de las fechas previstas para el inicio de las obras de construcción de gasoducto ruso del sur.